Los tiempos electorales no dejan a los candidatos espacios para el respiro. Mucho menos en Uruguay donde la competencia es larga y exige revisiones permanentes. Los resultados de la noche del domingo inauguraron oficialmente la etapa del balotaje, algo que, no obstante, Yamandú Orsi, del Frente Amplio (FA) y Álvaro Delgado (PN) tenían en su mente desde antes. Lo dijimos: los últimos días de la semana pasada encontraron a todos, oposición y partidos de la coalición, pensando en clave de segunda vuelta.
El FA no logró el nivel de apoyo que esperaba –pese a que los números estuvieron acordes a los sondeos previos- y no disimuló el sinsabor. En el NH Columbia referentes de la mesa política inmediatamente dieron señales de que depositan su fe en una estrategia llamada Orsi.
El exintendente de Canelones, de aparición limitada en la campaña por la primera vuelta, tomará la posta con todo. Potenciando su talante moderado –ayer mismo propuso un diálogo con todo el arco político antes del 1 de marzo-, se mostrará más enérgico en sus ideas, debatirá, pondrá nombres de gobierno sobre la mesa. Buscará mostrar que está listo para gobernar y para todos.
Varias señales hubo de ello en su discurso y el de su compañera, Carolina Cosse, donde la interpelación fue al pueblo uruguayo y no a los frenteamplistas. Lógico.
Delgado, en tanto, se sintió ganador. Su performance superó los pronósticos –la senadora Graciela Bianchi le pidió un mea culpa a las encuestadoras-, logró al menos 10 puntos de distancia con su más cercano competidor en la interna y quedó en niveles muy similares a los de Luis Lacalle Pou en la primera vuelta de 2019.
Inmediatamente asumió el nuevo liderazgo de la coalición y lo dejó en claro. Mientras todos los otros candidatos coalicionista daban sus discursos en sus comandos, Delgado solo habló en el escenario montado en la plaza Varela para el acto de unidad. Se apropió de él con el que, probablemente, haya sido su discurso más estadista. La nueva campaña ya se echó a rodar.
La imagen de unidad sobre la que la coalición había depositado tanta importancia se dio, aunque con muchos rostros largos de fondo. Los llamados partidos minoritarios se achicaron más. El equilibrio entre blancos y colorados cambió, es cierto, pero la distancia entre Delgado y el colorado Andrés Ojeda no fue chica. Habrá que esperar para ver cómo se traduce ello en las negociaciones internas que comienzan esta tarde. “El candidato que gana siempre tiene mayores prerrogativas”, dijeron desde el equipo de Delgado a esta periodista el domingo de las internas. ¿Repetirá?
Habrá otras señales que esperan los empresarios y que no fueron dadas en la noche del domingo. No correspondían a un ambiente de fiesta. El plebiscito del PIT-CNT sobre la seguridad social, sin apoyo partidario –ninguna fuerza lo ensobró- logró casi el 40% de los votos. “Aquí no se rinde nadie”, avisó Marcelo Abdala, presidente de la central sindical.
Su lectura es la misma que realizan operadores del mercado: triunfó porque se instaló la discusión sobre el futuro de las Administradoras de Fondos de Ahorro de Previsional (AFAP). Lo que avizoran, de un lado y de otro, es también un punto de partida, pero para un periodo de presión sindical.
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