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Polémica en Ushuaia por los comederos para perros en la vía pública


El subsecretario de Políticas Sanitarias de la municipalidad de Ushuaia, Lisandro Fonrradona, expuso su desacuerdo con la modalidad adoptada por algunos vecinos de Ushuaia, que asociaciones protectoras de animales apoyan, de instalar comederos plásticos en las calles, para los perros callejeros que por allí circulen.


Fonrradona señaló que desde el municipio muy lejos están de alentar y compartir la iniciativa, aunque distinguió que “no por la misma mirada que tiene el CADIC”, sino, en cambio “por nuestra especificidad y nuestra preocupación por la proliferación de roedores, que, en una ciudad con una exorbitante cantidad de chorrillos entubados, lo que puede generar es la reproducción de determinadas enfermedades” alertó.


El funcionario se encargó de enfatizar que es óptima la relación y el consenso logrado en los últimos años “con casi la totalidad de las sociedades protectoras de animales, cuando en años anteriores era solo conflicto”. Pero, manifestó que “en algunas cosas no estamos de acuerdo” en referencia a la problemática de los comederos.


Aclaró que no hay ninguna ordenanza que prohíba a ningún vecino ni asociación dar de comer a los animales en la vía pública, aunque, en términos legales, “tengo mis dudas si se puede hacer o no”.


Por eso, puntualizó que en el caso “no logramos ponernos de acuerdo con las asociaciones, y decir si está bien o está mal, excede la organicidad de mi área. En otros millones de cosas trabajamos en conjunto, pero la problemática con los roedores la debemos mencionar” entre las que no concuerdan en los criterios.


En tal sentido, recordó que en su momento se le pidió colaboración a la Municipalidad para la instalación de los comederos, “y nosotros dijimos que no, porque atenta contra nuestra mirada desde el punto de vista institucional con respecto a la parte zoonótica”.


“Es una problemática que vamos a tener que resolver conjuntamente”, anheló, y agregó que “va de la mano con la cantidad de perros que hay en la calle. La gran mayoría de las veces, los perros que van a comer son perros que tienen familia”.


Finalmente, Lisandro Fonrradona insistió en elogiar el trabajo en consenso con las asociaciones protectoras, de quienes dijo que “todas trabajan en pos de la castración, la tenencia responsable, conjuntamente con Zoonosis y particularmente con vecinos con la guarda para determinados animales, cosa que años atrás no sucedía”.


El Dr. en Biología e investigador principal del CADIC - CONICET, Adrián Schiavini, terció en la polémica suscitada a raíz de la presencia de comederos plásticos instalados por vecinos en distintos puntos de la ciudad, con la buena intención de suministrar alimento y agua a perros callejeros, pero indeseadas consecuencias y perjuicios de consideración que comienza a provocar.


“El origen de la existencia de comederos y bebederos para perros en la calle es muy bien intencionado y se basa en la sensación de compasión por alimentar perros que están en la calle, donde ahí comen todos, los con dueño y los sin dueño, comen todos” definió primariamente Schiavini con énfasis en el núcleo del problema.


El científico señaló que esa empatía, genuina en su origen, “no percibe el daño que le hace a los perros y a toda la fauna nativa y exótica, como las ratas, a la salud humana y a la seguridad de la gente que camina por la calle”.


Es que claramente esa comida está disponible para todos los animales, no solo los perros sueltos, como se puede comprobar a cada momento. Ratas, perros con familia, aves silvestres como gaviotas australes o chingolos, son habituales comensales en los comederos del centro: “Una vez que los animales aprenden que allí se consigue comida, van a buscar la comida ahí”.


Gráfico y contundente, Schiavini propuso una exagerada pero esclarecedora comparación. Dijo que tener esos comedores en la vía pública “es equivalente, haciendo una analogía un poco burda, a que en la estación Constitución haya mates públicos, entonces la gente va pasando, toma un mate y sigue su viaje, compartiendo bombilla en una estación como Constitución”.


El fondo de la cuestión es que todos los animales que allí comen, sencillamente comparten enfermedades y parásitos: “Perros sanos, perros enfermos, ratas que orinan por todos lados, lo que produce compartir enfermedades con los perros”, por ejemplo, leptospirosis, como mencionó.


Pero, además, la problemática pasa de nuestros perros a las aves silvestres y de ellas a otros mamíferos, en cualquier lugar. Las consecuencias son impensadas.


“Es un verdadero sinsentido nacido de las buenas intenciones, totalmente incongruente con la necesidad de liberar las calles de perros. La sensación de compasión de bajo compromiso, tiene consecuencias negativas para el ambiente, la salud de los animales y de las personas” describió. En definitiva, se trata de “una simpatía de bajo riesgo, le doy comida y después lo que hace el perro, no me preocupo”.

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