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LES CHUPA UN HUEVO LA EDUCACIÓN


La desigualdad en el acceso al derecho a educarse es cada vez mayor
LES CHUPA UN HUEVO LA EDUCACIÓN

Por Gonzalo Benito Zamora

 

“Educación” lleva tilde en la 'o' porque es una palabra aguda, esas que llevan la fuerza en la última sílaba. Desde pequeños, en la escuela nos enseñan que las palabras agudas llevan tilde si terminan en "n", "s" o vocal. Así, el acento sobre la 'o' de "educación" no es solo una regla gramatical, es el toque final que le da su verdadero énfasis y ritmo.


Para aprender una regla tan sencilla hay un elemento fundamental: ir a la escuela. Ser educado por un docente, que también asiste a la escuela.


Sin embargo, eso no es lo que está pasando últimamente en las escuelas de gestión pública de Tierra del Fuego. No. El común denominador de los colegios que administra el Estado Provincial es la enorme cantidad de clases perdidas, que no se limitan de forma exclusiva a las huelgas docentes. Para nada. De hecho, es probable que si se hiciera un relevamiento, llegaríamos a la conclusión que la mayor cantidad de horas de clase perdidas son producto de las malas condiciones edilicias.


Las escuelas están reventadas. Es Vox populi y, como bien sabe el gobernador Gustavo Melella, la voz del pueblo es la voz de Dios.


Por eso causa cierta indignación, aunque no la suficiente, que el argumento para cancelar la última semana del primer semestre del año en el ámbito de la educación provincial, sea una ola de frío polar y el aumento de enfermedades respiratorias. Por que el pueblo entero sabe que eso es una excusa y que bordea el insulto escuchar al ministro de Educación de Tierra del Fuego argumentando que el problema es el frío.


En el último año se multiplicaron los casos de escuelas con semanas enteras sin clases por falta de mantenimiento e inversión pública. ¿A dónde va la plata? ¿En qué se la gastan? Yo le respondo: en gastos corrientes. ¿Desde cuándo administran así los dineros públicos? Desde siempre. Pero en el primer cuatrienio se notaba menos, gracias a las compras de letras de tesorería que hacía la ANSES y los fondos extraordinarios que enviaba Alberto Fernández.


Hoy la situación es distinta. Sin un gobierno que mande fondos extras, sumado a la caída de la recaudación por la recesión impuesta por Javier Milei, lo que se administró mal en el pasado empieza a resquebrajarse. De ahí que se hayan multiplicado los casos de escuelas que suspenden clases por roturas, falta de calefacción, problemas de agua o electricidad. Pero no es nuevo. Viene pasando hace unos cuantos años. La crítica es, por lo tanto, qué es lo que han hecho durante todo este tiempo.


Perder una semana de clases para estudiantes que han cursado durante todo el año, no es tan grave. Digamos todo. Aquí no se está haciendo una ultra defensa de los 180 o 190 días de clase. En absoluto. Porque transitar por una escuela requiere de mucho más que asistir 180 días. Sin ir más lejos, seguir estudiando bajo un diseño curricular de 2014, con la revolución tecnológica que devino en los últimos años, es un problemón mucho más grande que cumplir con un calendario a raja tabla.


El problema es que la semana extra de vacaciones, que en realidad debería expresarse como la reducción semanal del primer semestre, se suma a una cantidad altísima de días en los que niños, niñas y adolescentes han perdido su derecho a ser educados. En un ranking absolutamente caprichoso, se puede mencionar a las suspensiones por problemas edilicios de todo tipo, los inconvenientes con la prestación de servicios básicos que afectaron a la población en general (no ya únicamente a las escuelas), como cortes de luz o de agua, los paros y las (absolutamente permitidas) desobligaciones docentes, arman un cuadro de situación verdaderamente trágico. A esa lista se podrían y deberían sumar también las grandes falencias para cubrir horas de distintos espacios curriculares.


¿De verdad creen que la población, que sufre cotidianamente estos problemas, acepta tontamente el argumento de la ola polar y las enfermedades respiratorias? ¿Con la experiencia adquirida durante la pandemia, no había métodos de prevención para implementar? ¿Ya no se fabrican barbijos, alcohol en gel y medidas similares Estuvimos encerrados un año y no aprendimos nada. O, me corrijo, nuestras autoridades no aprendieron nada.


Ahora bien, ¿Quiénes no padecen en gran medida esta decisión? El alumnado que asiste a las escuelas de gestión privada. Dejando de lado que la instancia de fortalecimiento, que quedó cancelada hasta después del receso invernal, es una parte importante del trayecto para los estudiantes que no han podido alcanzar los contenidos mínimos, lo cierto es que la población que asiste a los colegios de gestión privada tiene clases todo el año. Ahí la calefacción funciona, casi no faltan docentes, los espacios curriculares se ocupan y los docentes prácticamente no hacen huelgas (haciendo el reconocimiento que sin los docentes de la escuela de gestión pública que sí protestan, los colegas de la privada tendrían un magro salario).


Entonces, sucede lo peor. Quienes tienen el privilegio de poder abonar la cuota mensual de un colegio público de gestión privada terminan superando por kilómetros de distancia a quienes no tienen esa posibilidad. Las estructuras y desigualdades sociales se perpetúan y se amplifican por culpa de un sistema educativo inequitativo, que les permite a algunos acceder a un servicio mas o menos de buena calidad frente a otros que no tienen esa posibilidad. La desigualdad en el acceso al derecho a educarse es cada vez mayor.


¿Qué clase de sociedad estamos construyendo así? ¿Dónde está esa “justicia social” que debería ser igualadora en cuanto al acceso a las posibilidades y a los derechos? ¿Qué clase de hombres y mujeres libres estamos construyendo, cuando garantizamos la educación sólo para aquellos que lo pueden pagar?


La situación es grave, realmente grave. Viene desde hace años, sí. Pero este gobierno no tiene excusa, porque transita su segundo período y está tratando de crear los artilugios para conseguir uno más. Y lamentablemente actúan como si no les importara, porque mientras el gremio docente esté contento e incline su elección a favor del gobierno en cuanta elección se suceda, no habrá problemas.


En el fondo, la población sabe que es así. Sabe que la educación no es una prioridad y que está en estado crítico. La población se da cuenta que el interés está puesto en la rosca, en perpetuarse y en seguir sosteniendo la cuota de poder y no en resolver los problemas estructurales y profundos que nos aquejan. No por nada votaron a un tipo que dijo que había que pasar la motosierra por todos lados. ¡Porque el descreimiento en la clase política tradicional es total!


Y no se confundan. No habrá grandes marchas en repudio o reclamando un viraje en la política educativa y de inversión pública en infraestructura. Pero el reconocimiento de que la educación está hecha mierda se puede ver todos los años en las matriculas de los colegios de gestión privada. Ahí está presente la evaluación que los fueguinos y las fueguinas hacen de la educación púbica: se rompen el lomo tratando de pagarle una cuota en un privado a sus hijos e hijas.


Porque la gente sabe que el sistema está roto.


Porque la gente sabe que, en el fondo, les chupa un huevo la educación.

 

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