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ENCONTRARON ADN HUMANO EN DIENTES DE LEONES DE KENIA


 

Un estudio reciente reveló nuevos detalles sobre los legendarios leones de Tsavo, conocidos por haber matado a decenas de personas durante la construcción de un ferrocarril en Kenia, en el este de África, en la década de 1890. A través del análisis de ADN antiguo de los restos de pelos compactados en los dientes rotos de estos ejemplares, los investigadores identificaron que, además de varios animales, también consumieron seres humanos. Este hallazgo confirmó los relatos de la época y ofrece una nueva perspectiva sobre los hábitos alimenticios y el comportamiento depredador de un tipo específico de leones, ya que los expertos consideraron que esos ataques habrían tenido relación con la necesidad de presas más vulnerables para sobrevivir.

 

Los avances en la secuenciación de ADN permitieron a los científicos recuperar mitogenomas completos de los pelos atrapados en las cavidades dentales de estos animales, conservados desde finales del siglo XIX. Este ADN, a pesar de su antigüedad, reveló que los leones cazaban una amplia variedad de presas, entre ellas jirafas, ñus, cebras, órices y antílopes acuáticos, además de humanos.

 

El análisis, cuyos resultados fueron publicados en Current Biology, permitió reconstruir las interacciones depredador-presa en un contexto histórico. Al estudiar los restos genéticos junto con los registros históricos, los investigadores pudieron observar cómo factores como la disponibilidad de presas y las lesiones dentales de los leones de Tsavo influenciaron su comportamiento. Estas lesiones, que incluían dientes caninos rotos, podrían haber empujado a los leones a cazar humanos y otros animales más vulnerables, adaptando su dieta a las limitaciones físicas que enfrentaban. Este fenómeno, conocido en otros casos de grandes felinos con problemas de salud, refuerza la idea de que las lesiones tuvieron un papel importante en su selección de presas.

 

Uno de los hallazgos más curiosos fue la presencia de pelos de león en las cavidades dentales, lo que sugiere que estos animales practicaban el acicalamiento mutuo o propio. El ADN de estos restos del pelaje coincidía con el de uno de los leones, lo que indica que esta conducta social entre ellos pudo haber causado esa transferencia. Aun así, los investigadores consideraron que el canibalismo también es una posibilidad, pero el acicalamiento es la explicación más plausible.


Este estudio también destaca la notable preservación del ADN mitocondrial en los pelos compactados. A diferencia del ADN nuclear, el ADN mitocondrial, debido a su abundancia y estructura, se conserva mejor a lo largo del tiempo, lo que permitió a los científicos secuenciar los mitogenomas completos tanto de las especies de presas como de los propios leones. Estos avances en la paleobiología y en las técnicas de secuenciación son prometedores para el análisis de otras especies históricas o extintas y abre nuevas vías para entender la ecología y el comportamiento de depredadores en el pasado.

 

El análisis genético de los pelos encontrados en los leones de Tsavo ofrece una nueva comprensión sobre su comportamiento y dieta, al mismo tiempo que reafirma su reputación como devoradores de hombres. Este enfoque proporciona detalles importantes sobre el pasado y marca un avance significativo en el uso del ADN antiguo para investigar las dinámicas ecológicas de especies históricas.

 

Durante la construcción del Ferrocarril de Uganda, entre 1896 y 1901, un proyecto que conectaba el puerto de Mombasa con Kisumu, en la actual Kenia, los trabajadores enfrentaron el ataque habitual de leones, un desafío inesperado que ubicó a estos felinos en la historia con el nombre de los leones de Tsavo, por el río del mismo nombre.

 

Estos felinos aterrorizaron a los empleados durante nueve meses, según un relato histórico. La situación se volvió tan crítica que el ingeniero militar John Henry Patterson se vio obligado a intervenir para cazarlos.

 

El Ferrocarril de Uganda, conocido como “Lunatic Express” por la prensa británica debido a su alto costo y baja rentabilidad aparente, enfrentó múltiples obstáculos desde su inicio. Las dificultades incluyeron un terreno complicado, escasez de mano de obra que obligó a traer trabajadores de la India, conflictos con las comunidades locales como los masái, y enfermedades como la malaria y la disentería. Sin embargo, los ataques de los leones fueron un problema singularmente alarmante.

 

Estos leones pertenecían a una subespecie más grande, caracterizada por la ausencia de melena en los machos, una adaptación al clima árido y caliente de la región. Durante los ataques, los leones mostraron una audacia inusual, sin temor a las personas, al fuego o a las armas. Acechaban en la noche, atravesaban las barreras de matorrales espinosos que protegían los campamentos y arrastraban a sus víctimas para devorarlas.

 

Patterson, quien llegó en marzo de 1898 para supervisar la construcción de un puente sobre el río Tsavo, se encontró con los primeros ataques poco después de su llegada. En su libro “Los devoradores de hombres de Tsavo” (1907), el ingeniero militar relató cómo los leones mataron a 28 trabajadores indios, sin contar a los nativos africanos, de los que no se tenía registro oficial. La situación se volvió tan desesperante que cientos de trabajadores huyeron en un tren de carga y paralizaron las obras durante tres semanas.

 

Finalmente, el 9 de diciembre de ese año, Patterson logró cazar al primer león desde una atalaya improvisada. El animal medía casi tres metros de largo y requirió ocho hombres para transportarlo al campamento. Veinte días después, mató al segundo león tras atraerlo con cadáveres de cabras. Necesitó nueve disparos para abatirlo.

Las teorías sobre por qué estos leones desarrollaron una predilección por la carne humana incluyen una peste bovina que redujo sus presas habituales, la costumbre de atacar antiguas caravanas de esclavos, o problemas dentales que dificultaban la caza de animales más grandes. Sea cual fuere la causa, los leones de Tsavo se convirtieron en una pesadilla para el proyecto ferroviario y en un símbolo de los desafíos enfrentados durante su construcción.

 

Las pieles de los leones fueron conservadas por Patterson hasta 1924, cuando las vendió al Museo Field de Chicago, donde fueron exhibidas en un diorama. Aún hoy, los visitantes del museo pueden ver estos leones y evocar el temor que inspiraron en los trabajadores del ferrocarril.

 

 

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